Había
una vez en la antigua China una princesa llamada Laurí y un rey llamado Manque.
Ese rey era el rey de esa aldea, la aldea de la nieve. A esa princesa le
encantaban las camelias blancas se perdía en su hermoso color claro e
inmaculado. El rey era increíblemente hermoso con cabellos blancos y de piel
morena y radiante, la princesa tenía cabellos rubios y piel color miel, ojos
negros y profundos. ¡Era la princesa ideal para un rey tan apuesto!
Un
día la joven princesa caminaba por su jardín de camelias y de lejos vio a un
rey husmeando su huerta, al mirarlo se encuentran sus miradas y se enamoran
profundamente.
Esa noche el rey le regaló una camelia y le faltaba un
pétalo a ella no le importó ese detalle al instante se disparó una flecha enorme
hacia su amado. Ella con un dolor agonizante quitó la flecha del pecho del rey
y tomó la camelia estrechándola al alma. Lloro amargamente hasta que cayó
dormida entre tanta tristeza y tuvo un sueño o una visión. Había una luz
blanca, la rodeó con ternura ella se iba perdiendo en una flor cuyo color era
el perdón del alma. Al despertar se encontraba junto a su amado perfumando su
cuerpo, yo no era una princesa era una camelia blanca.
Leyenda escrita por Carla B., de 7mo B
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